Introducción por Manly P. Hall
Habría una gran pérdida para los estudiantes del misticismo y la metafísica si este pequeño ensayo acerca de H. P. Blavatsky y “La Doctrina Secreta” no hubiera tenido la oportunidad de ser impreso.
Max Heindel, el místico Cristiano, hace homenaje a Madame Blavatsky, la ocultista Oriental. Él mira sobre las pequeñas diferencias que dividen el Oeste y el Este y los reconcilia en la gran sabiduría que ha fluido desde Asia, fertilizando las llanuras del mundo del pensamiento. Grande es la mente que se regocija en la grandeza de otras mentes. El tributo de Max Heindel a la memoria y trabajo de Blavatsky y sus Maestros es un gesto de extrema belleza en un mundo egoísta a ese tipo de impulsos nobles.
Vivimos un código de crítica y condenación con muy poca apreciación de los trabajos de otros. Las sectas y creencias construyen paredes a su alrededor, y solo las almas heroicas en quienes las percepciones espirituales están verdaderamente despiertas pueden escalar sobre estas limitaciones imaginarias.
Rememora los libros que has leído y recuerda cuán sabio es que un escritor hable bien de un colega. Cada hombre, atrapado en sus propias opiniones, da escasa relevancia a las opiniones de los demás. Hay muchos maestros en este mundo que instruyen con palabras pero solo unos pocos instruyen con el ejemplo noble de la hazaña de la generosidad.
En el libro de texto de la metafísica Cristiana, “El Concepto Rosacruz del Cosmos”, Max Heindel se refiere a Madame Blavatsky como “una estudiante fiel de los Maestros Orientales” y en el mismo párrafo él habla de su gran libro “La Doctrina Secreta” como un “excepcional trabajo”. Con su profunda apreciación de los valores espirituales Max Heindel
fue eminentemente calificado para reconocer el mérito del trabajo fundamental de Madame
Blavatsky.
El misticismo Cristiano está aquí revelado como un sincero estudiante del ocultismo Oriental. Su resumen de La Doctrina Secreta en la segunda parte de este libro revela un entendimiento extraordinario de los principios sobresalientes del monumento de las tradiciones espirituales de Asia. En un resumen conciso y palabras simples el señor Heindel recapitula Cosmogénesis, la creación del mundo, y Antropogénesis, la creación del
hombre. Tanto los Rosacruces y Teosofistas, que son de hecho estudiantes sinceros de las
ciencias ocultas, se verán beneficiados al estudiar este resumen.
El manuscrito de este libro puede considerarse como el primer esfuerzo literario de Max Heindel. Es el comienzo de una literatura metafísica considerable dedicada a la aplicación de un idealismo místico en los problemas que ha diario vive y afligen a la raza humana. Ha sido escrito que “el primero será el último”. Este pequeño libro trae a impresión el único manuscrito no publicado de Max Heindel. El manuscrito original consistía de las notas de dos lecturas liberadas ante de la Sociedad Teosófica en Los Ángeles. En los años que siguieron a la preparación de estas lecturas, Max Heindel incrementó grandemente su conocimiento místico y fue reconocido como el primer Cristiano Místico de América. Sin embargo, su reverencia y respeto por Madame Blavatsky no fue alterado, y hasta el día de su muerte siempre se refirió a ella en términos de admiración suprema. Fue a través de las escrituras de Blavatsky que Max Heindel recibió en su vida sus primeros conocimientos de las ciencias ocultas. Reconoció que la primera ley del ocultismo es la gratitud, y su alma pura preservó hasta el final un hermoso espíritu de gratitud por la inspiración y la instrucción que obtuvo de La Doctrina Secreta.
Ambos, Madame Blavatsky y el señor Heindel, dedicaron sus vidas al servicio de la humanidad. Cada cual fue devoto a la diseminación del conocimiento espiritual. Ambos recibieron a cambio mayormente ingratitud, persecución y mal entendimiento. Ambos sufrieron de la hipocresía de los amigos y aprendieron cuán cruel el mundo puede ser para
aquellos que buscan educar y mejorar. Solo el líder de un movimiento espiritual puede saber cuán pesada es la responsabilidad de liderazgo. Madame Blavatsky había pasado ya al mundo espiritual antes que Max Heindel comenzara su ministerio. Ellos nunca se encontraron sobre el plano físico. Aunque negó conocerse personalmente con la gran ocultista Oriental, Max Heindel llegó a entender a Blavatsky a través de años de servicio a
los mismos elevados ideales. Él llegó a entenderla solo como un místico puede llegar a hacerlo, y su apreciación de su lealtad y su paciencia fueron profundizadas por las adversidades que él mismo padeció.
Ambos, H. P. Blavatsky y Max Heindel dedicaron su vida a un servicio hermoso a las necesidades espirituales de la raza. Ambos fueron alcanzados, tuvieron el momento de su transición en edad temprana, quebrantados por las responsabilidades y las persecuciones.
Ambos han dejado un legado a las generaciones por venir de una literatura metafísica que sobrevivirá las vicisitudes del tiempo.
El verdadero propósito del misticismo, es perpetuar, interpretar y aplicar el idealismo de la raza. Los hombres van tras la religión por necesidad de tener una guía, inspiración y consuelo en sus vidas. Queremos que la religión permanezca tras nosotros cuando tratamos de vivir honestamente nuestras vidas. Queremos saber que existe en algún lugar del mundo un cuerpo de gente unida que sostienen los valores espirituales en un mundo de manifestaciones materialistas desquebrajadas. Nosotros buscamos inspiración.
Queremos ideales. Queremos un propósito respetable para unirnos en acción. Nosotros deseamos establecer en este valle de lágrimas una estructura espiritual que se elevará sobre la monotonía. Queremos salir a la vida reconociendo nuestras instituciones como oasis en el desierto del materialismo.
La civilización está sufriendo un dolor convulsivo al encontrarse en un período de gran reconstrucción. Como nunca antes en los registros de la historia, el hombre está buscando soluciones a problemas inminentes y eminentes. Las similitudes entre la Iglesia y el Estado están quedando fuera de alcance para sostenerse de algo que es seguro, algo a qué adherirse cuando el mundo que ellos han conocido pase al olvido. En todas las partes del
mundo civilizado hay hombres y mujeres devotos a las interpretaciones místicas de la vida.
Estos hombres y mujeres están dedicados a un código de ética espiritual que tiene como fundamento dos grandes principios: La Paternidad de Dios, y la Hermandad del Hombre.
Estos estudiantes están en la mayoría de las partes organizados en varios grupos grandes y pequeños por la expresión del propósito del perfeccionamiento propio y el mejoramiento social. Estos grupos pueden ser clasificados en dos categorías: Primero, aquellos cuya inspiración es fundamentalmente Cristiana y aquellos esencialmente Orientales. Mientras
estos grupos son divididos, por énfasis, los propósitos fundamentales que buscan alcanzar
son idénticos. Todos los movimientos religiosos iluminados tienen como su principal meta y propósito la regeneración del hombre, de manera individual y colectiva.
Max Heindel fue pionero en el Misticismo Cristiano y Madame Blavatsky fue pionera en el Ocultismo Oriental. Ambos establecieron sistemas de pensamiento que se esparcieron rápidamente a través de las almas hambrientas de la humanidad. No solo salieron de organizaciones por iniciativa propia, pero las semillas que habían plantado en el corazón de los hombres habían germinado y dio fruto en muchas partes del mundo, donde otras organizaciones se habían establecido sobre líneas similares. Por lo tanto, hay una considerable cantidad de místicos y ocultistas en América y su número es incrementado cada día por diligentes hombres y mujeres cuyos corazones y mentes están exigiendo a gritos una explicación razonable para los cambios que están sucediendo en la sociedad.
Casi todos los estudiantes ocultistas de América conocen el trabajo que Madame Blavatsky y Max Heindel han completado. La vida de estos dos religiosos fundadores es un constante cambio a un mayor esfuerzo espiritual y más devoción altruista. Si admiramos a estos grandes líderes, desearemos promover su trabajo por la perpetuación inteligente a través de la palabra y la acción.
Durante el período de la Segunda Guerra Mundial la metafísica perdió una gran oportunidad de hacer una contribución permanente a la raza al permitirle que se desquebrajara a sí misma en disputas y controversias internas. Las organizaciones que debieron estar dedicadas al servicio altruista de la humanidad, desperdiciaron su energía en vanos argumentos sobre asuntos personales de poca importancia, si es que alguna importancia tenían.
Nuestra crisis presente es mucho mayor que la de la Segunda Guerra Mundial. La totalidad de la civilización actual está luchando contra el egoísmo y la corrupción. Una nueva y gran oportunidad está en nuestras manos para la aplicación de soluciones espirituales a los problemas materiales. Es la obligación moral de todo individuo espiritualmente iluminado, olvidar todas las diferencias, sacrificar todas las ambiciones personales, y comprometerse nuevamente a dedicar todos sus esfuerzos a los grandes ideales que vieron la luz gracias a varias sociedades y órdenes.
Durante el gran período del “boom”, inmediatamente precedido por la presente crisis económica, las sociedades místicas fueron infectadas por el bacilo de la abundancia, ambición personal y explotación. Las personalidades eclipsaron principios, y los individuos y las organizaciones se alejaron de esas simples verdades que son la esencia de la vida inteligente. Entonces vino el colapso. Los valores materiales cayeron cual plomada en una
insondable profundidad. Las ambiciones fueron arrastradas por los vientos y la raza fue confrontada con problemas que solo podían ser resueltos a través de la restitución de los
valores espirituales y un nuevo compromiso por parte del hombre y las organizaciones a los
principios de verdad e iluminación espiritual.
Supón que justo hoy H. P. Blavatsky, la leona de la Sociedad Teosófica, tuviera que regresar del Amenti de la sabiduría, y debiera demandar cuentas de los miembros de la sociedad que ella fundó. Quién podría permanecer en pie frente a ella y decirle: “Mi amada
Maestra, hemos hecho lo mejor que ha estado a nuestro alcance, hemos permanecido fieles a ti y a los Maestros de los que hablaste”. Cuántos podrían decir: “Hemos sido honestos, amables, justos e imparciales; hemos cortado con hacha la verdad que nos diste; hemos diseminado tu mensaje; hemos leído tus libros; la mayoría de nosotros permanece
absolutamente libres, como tú declaraste, de todas las alianzas y enredos desastrosos”.
Cuántos podrían decir: “Aquí está tu Sociedad, tan limpia y pura como cuando tú nos la diste”. ¿Podrían los Teosofistas hacer esto o quedarían avergonzados e incapaces de mirar a los ojos, cargados de una gran tristeza, a la primera y más grande Teosofista?. ¿Podría Madame Blavatsky caminar por los corredores de Adyar y mirar a aquellos que la representan en el siglo veinte y decirles, “bien hecho, fieles servidores”?. Si ella no pudiera decir esto, ¿por qué no podría?. ¿Será acaso porque ellos han recordado el nombre de ella, pero han olvidado su trabajo?. ¿Será acaso por la debilidad de hombres y mujeres insignificantes que han olvidado el mayor de todos los bienes elevándose a sí mismos sobre los ideales que han derrumbado?. Los Teosofistas del mundo, comprométanse nuevamente a sí mismos, con el noble espíritu que estuvo entre ustedes, cuya labor es vuestro bienestar, cuyos ideales son vuestros propósitos, y su sacrificio altruista es la piedra angular de vuestra organización.
Supongamos, en el mismo espíritu, que Max Heindel regresara a los campos de sus labores terrenales, y en su simple gabardina caminara entre sus seguidores, preguntándoles:
“Hermanos y hermanas, ¿se han amado los unos a los otros?. Yo planté un jardín de rosas
de virtudes; ¿lo han atendido cuidadosamente?. Mi nombre está en sus labios, ¿pero está mi trabajo en sus corazones?. ¿Han sido sinceros los unos con los otros?. ¿Han realizado sus labores de manera impersonal y altruista?. ¿Han amado con tan grande amor a nuestro
Padre Celestial que han amado a todos los hombres también?”. ¿Cómo le contestarían Los Rosacruces?. Podrían decir, “Amado Hermano, nuestra constante inspiración, hemos cumplido nuestra promesa realizando tus trabajos con humildad y gentileza. No ha habido orgullo entre nosotros, ni egoísmo o trabajo personal, ni pequeñas ambiciones a un gran
costo. Aquí está la Fraternidad que nos diste en custodia. Podemos regresarla tan hermosa, tan limpia, tan unida en un propósito santo como tú intentaste que fuera. No hay cosas pequeñas como tomar en cuenta los títulos aquí; no estamos unidos en cosas insignificantes, sino en grandes cosas. En los quince años desde que tú pasaste a una vida
grandiosa hemos buscado de hacer tu trabajo. Somos como intentaste que fuéramos – hombres y mujeres en quienes no se encuentra la mala fe.
¿Podrían estas palabras ser ciertas?. Si no, ¿por qué no serían ciertas?. ¿Es el hombre demasiado débil para llevar a cabo un buen trabajo?. ¿Son sus pequeñeces muy grandes y sus grandezas muy pequeñas?.
Si tuviéramos que sentirnos avergonzados si nuestros líderes tuvieran que regresar a nosotros otra vez y supiéramos que les hemos fallado, nos comprometeríamos de nuevo a nosotros mismos con ellos. Permitamos que el espíritu de H. P. Blavatsky renazca en el corazón de cada Teosofista y el espíritu de Max Heindel viva otra vez en el corazón de cada
Rosacruz. Cuando este tiempo llegue, y llegará, los místicos y los ocultistas del mundo puedan unir sus manos a través del golfo de sus diferencias y, unificarse en propósito, ser
una armada de reconstrucción espiritual marchando como los profetas de antaño en la vanguardia del progreso.
Manly P. Hall, mayo 1933
H. P. Blavatsky y la Doctrina Secreta
Max Heindel
*
Elocuente y desgarrador, el amigo Manly. La propia naturaleza inferior es la que se desgarra cuando se recuerda no haber estado a la altura del sublime ideal que Max Heindel nos transmitió con su propia vida y obra.
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