Capítulo 2
La raza humana siempre ha perseguido, torturado y matado a aquellos quienes en pensamiento han sido más avanzados a su época. Witness Copernicus, de quien solo una muerte natural lo salvó de un destino similar al que medio siglo después tomó a Bruno.
Galileo tuvo tormentos persistentes toda su vida, y finalmente cuando estaba viejo y fatigado en su cuerpo y espíritu por el abuso del clérigo, fue forzado a retractarse sobre sus
rodillas de todas sus enseñanzas que fueron diferentes con los puntos de vista comúnmente aceptados en su tiempo. El mismo destino fue compartido por muchos más. Sin embargo, la semilla que estos hombres sembraron no solo fue indestructible, sino que creció y creció hasta que un día el mundo despertó para encontrar que una vez más lo que se denunciaba como una herejía había venido a ser la opinión comúnmente expresada. Entonces vino el epílogo del drama, cuando un Thorwaldsen inmortalizado en marfil, el mismo Nicolás Copernicus quien, una vez fue perseguido, fue orgullosamente aclamado como su hijo por Rusia, o cuando en el medio de los aplausos de sus compatriotas fue levantada la estatua de Giordano Bruno en el mismo lugar donde los monjes fanáticos habían danzado alrededor de su pira funeral y quemaron al genio en el nombre de Dios.
Hubo un tiempo en la historia del Oeste, que los hombres fueron afligidos por el interés de la religión Cristiana. Cuando la Cristiandad se hizo fuerte, intentaron suprimir la ciencia, que era entonces inexperta. Sin embargo, la ciencia se fortaleció cada vez más, gradualmente forzando a la Iglesia en su presente actitud llena de excusas. Entonces el mundo lentamente se deprimió en un estado de ateísmo. Nada que no pudiera ser pesado o medido era aceptado. Cualquiera que tuviera el coraje de declarar la existencia de algo suprafísico era de una vez por todas catalogado como un impostor. La ciencia y la religión competían entre sí en sus esfuerzos por colmar en lenguaje abusivo e infame a tales individuos.
Con estos antecedentes en mente, podemos apreciar mejor el gran coraje moral de H. P. B., y ver por qué ese coraje constituyó una de sus calificaciones como una de las mensajeras de los Maestros.
En la misma actitud materialista del mundo de esos días se encuentra también la razón de hacer uso del fenómeno. Muchas personas reflexivas han lamentado sinceramente que esta parte del tema haya sido tomada por la Sociedad, pero H. P. B. siempre mantuvo que en los primeros días de su trabajo estos procedimientos fueron absolutamente necesarios. Esta opinión fue cambiada en los últimos años cuando el Maestro mismo le dijo que el fenómeno ha sido un impedimento más que una ayuda a “La Doctrina Secreta” en Europa y habría sido mejor si solo la filosofía se hubiera dado.
En 1884, era común el pensamiento entre los líderes de la Sociedad Teosófica, que el tiempo había llegado para una revisión y una amplificación del primer libro de Madame Blavatsky “Isis Develada”, y que ella iba a rescribirlo, con T. Subba Row como su coeditor.
Durante todo el año ellos recolectaron material. Entonces el Coronel Olcott y el Sr. Cooper-Oakley formularon un plan, anunciando que el trabajo sería publicado en veinte partes de aproximadamente setenta y siete páginas cada uno. Pero el 8 de enero de 1885, el Maestro de H. P. B. le comunicó el esquema de “La Doctrina Secreta”, y como resultado, los planes originales fueron abandonados.
Sin embargo, pronto el problema de corazón que sufría Madame Blavatsky se convirtió muy serió que su doctor, el Dr. Mary Scharlich, insistió sobre su salida de India si quería salvar su vida. Actuando acerca de este consejo, H. P. B. dejó Adyar, el lugar que ella más amaba en la tierra, en la primavera de 1885. Entonces la encontramos instalada en un pequeño hotel económico en la pendiente septentrional de Vesubio. El cuarto está casi desamueblado, el piso es de piedra. A través de las grietas en las ventanas y el piso se colaba el viento frío que agravaba el reumatismo de la pobre “vieja dama” mientras se encontraba sentada escribiendo en su destartalada mesa vieja lejos de sus amigos, sola en
un país extranjero con un lenguaje extraño, enferma, y desgastada bajo la injusticia hecha a ella por esos a quienes había ofrecido su amistad. Así, en circunstancias tan adversas, se
realizaba el primer trabajo sobre “La Doctrina Secreta”.
En el otoño de 1885, ella fue al fabuloso pueblo antiguo alemán de Wurzburg. Para que asociaciones este nombre rememora los pensamientos de Martín Lutero, el decidido y valiente reformador quien juró contra los sacerdotes romanos aunque los tejados de la ciudad estuvieran cubiertos con demonios.
Él no fue más fuerte y valiente que esta nueva reformadora, quien con persistencia tenaz, despecho de enfermedad y críticas adversas, se fatigó en su escritorio de día en día cuando ella debería haber estado mejor y más confortable.
H. P. Blavatsky y la Doctrina Secreta
Max Heindel
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