CAPITULO V
LA LECCION DE PASCUA
Pues si tú estás Muerto con Él, tú también Vivirás con Él
Y si tú participas de Sus Sufrimientos, tú también serás de
Su Gloria.
TOMAS DE KEMPIS
De nuevo la Tierra ha llegado al Equinoccio vernal en su cíclico ritmo anual en rededor del
Sol y tenemos la Pascua.
El Rayo espiritual enviado por el Cristo Cósmico cada otoño para reponer la decaída
vitalidad de la Tierra, está por ascender al Trono del Padre. Las actividades espirituales de
la fecundación y germinación que han sido llevadas a cabo durante el invierno y la
primavera, será sucedidas por el crecimiento material y un proceso de maduración durante
el venidero verano y otoño bajo la influencia del Espíritu de la Tierra que mora en ella . El
ciclo termina en el “Hogar de la Cosecha ”. Así el Gran Drama Mundial se desarrolla y
vuelve a desarrollar de año en año, un concurso eterno entre la Vida y la muerte; cada cual
en turno siendo el victorioso y luego el vencido a medida que los ciclos se suceden.
Este gran influjo y reflujo cíclico nos es restringido en sus efectos a la tierra y su flora y su
fauna. Ejercen una influencia compulsiva sobre la humanidad, aunque la gran mayoría no
está enterada de lo que les impele a la acción en una dirección u otra . El hecho permanece
sin embargo, independientemente de su conocimiento , que es la misma vibración terrenal
que adorna tan llamativamente a los pájaros y a las bestias en la primavera es también el
responsable del deseo humano de vestir colores alegres y ropas llamativas durante esa
estación. Esto es también “el llamado de la selva ” que en el verano lleva a la humanidad a
la relajación entre escenas rurales donde los espíritus de la naturaleza han labrado su
mágico arte en la pradera y en el bosque, a fin de recuperar la tensión de las condiciones
artificiales en las congestionadas ciudades.
Por otro lado, es la caída – fall – otoño del Rayo espiritual desde el Sol en el otoño, que
causa la reasunción de las actividades mentales y espirituales en invierno. La misma fuerza
germinativa que leuda la semilla en la tierra y la prepara para reproducir y multiplicar su
especie, también agita la mente humana y fomenta las actividades altruistas que hacen
mejor al mundo. ¿No fue acaso esta gran ola de desinteresado Amor Cósmico que culminó
en Navidad ?, si no hubiera vibrado la paz y la buena voluntad, no habría ese sentimiento
de festividad en nuestros pechos para engendrar un deseo de hacer a los demás igualmente
felices; la universal costumbre de dar regalos de Navidad sería un imposible y todos
sufriríamos esa pérdida.
Cuando el Cristo caminó día tras día, de aquí para allá por los cerros y los valles de Judea y
Galilea enseñando a las multitudes, todos se beneficiaron. Pero El comulgo mas con Sus
discípulos y ellos por supuesto crecieron grandemente cada día. El lazo de Amor se hizo
mas estrecho a medida que el tiempo pasaba, hasta que un día manos despiadadas se
llevaron al querido Maestro y lo sometieron a una muerte vergonzosa. Pero aunque El había
muerto en la carne El continúo comulgando con ellos en Espíritu, por un tiempo. Por fin,
sin embargo, El ascendió a esferas más altas y el contacto directo con El se perdió,
tristemente estos hombres se miraron y preguntaron: ¿ Es éste el fin ? Tuvieron tantas
esperanzas; habían abrigado tan altas aspiraciones, y aunque el hermoso verdor se mantenía
tan fresco en el panorama bañado de Sol, como antes que El se fuera, la tierra parecía fría y
funesta pues la negra desolación carcomía sus corazones.
Así es también con nosotros que pretendemos seguir tras el espíritu y luchar contra la carne,
aunque la analogía tal vez no haya sido previamente aparente. Cuando comienza la “caída ”
del Rayo Crístico en otoño y anuncia la estación de la supremacía espiritual, nosotros lo
presentimos de inmediato y comenzamos a lavar nuestras almas en la bendita oleada, con
avidez. Experimentamos un sentimiento análogo al de los Apóstoles cuando andaban con
Cristo y a medida que la estación va pasando se hacen mas y mas fácil comulgar con El
cara a cara. Pero en el curso anual de los sucesos la Pascua y la Ascensión del resucitado
Rayo Crístico, el Padre, nos deja en idéntica posición al de los Apóstoles cuando su
amado Maestro se fue. Estamos desolados y tristes; vemos al mundo como un
desolado páramo y no podemos entender la razón de nuestra pérdida, la que es tan
natural como los cambios del flujo y reflujo y entre el día y la noche fases de la presente
edad de ciclos alternantes. Hay un peligro en esta actitud mental. Si se permite que se haga
carne en nosotros, estamos propensos a cesar nuestro trabajo en el mundo y tornarnos
soñadores, perder nuestro equilibrio e incitar la justa crítica de nuestros semejantes. Tal
línea de conducta es errónea, pues como la tierra se esfuerza en un logro material para
brindar abundantemente en verano después de recibir el ímpetu espiritual en invierno, así
deberíamos nosotros también esforzarnos a mayores propósitos en el trabajo del mundo
cuando ha sido nuestro privilegio comulgar con el espíritu. Si hacemos así seremos mas
aptos para incitar a la emulación antes que al reproche. Estamos inclinados a pensar del
miserable como uno que acumula oro, y tales personas son generalmente objeto de repudio.
Pero hay gente que se esfuerza tan asiduamente en adquirir conocimiento como el
miserable lucha para acumular oro; que se rebajan a cualquier subterfugio para conseguir su
deseo y celosamente guardan sus conocimientos como los míseros guardan su tesoro. Ellos
no comprenden que por ese camino están cerrando la puerta a mayor sabiduría. La antigua
Teología Noruega contenía una parábola que dilucía simbólicamente el asunto. Mantenía
que todos aquellos que morían luchando en el campo de batalla – las almas fuertes que
batallaban en la noble lucha hasta el final – eran llevados al valle para estar con los Dioses;
mientras, los que morían en cama o de una enfermedad – las almas que van a la deriva,
débilmente a través de la vida -, iban al lúgubre Niflheim. Los valerosos guerreros en
Valhalla festejaban diariamente con la carne de un jabalí llamado Scrimner, que era hecho
de tal manera, que cuando se le cortaba un trozo, la carne crecía de nuevo, de manera que
nunca era consumido no importa cuanto fuera trinchado, de tal modo simboliza
adecuadamente a los “conocimientos ”, pues no importa cuanto de ellos damos a otros,
siempre retenemos el original.
Así hay una cierta obligación de informar lo que tenemos como conocimientos y “A quién
mucho se le da, mucho se le exigirá ”. Si acumulamos las bendiciones espirituales que
hemos recibido, el mal está a nuestra puerta; de manera que imitemos a la tierra en ésta
época de Pascua. Brindemos en el mundo físico de la acción, los frutos del espíritu
sembrados en nuestras almas durante la pasada estación invernal. Así también seremos
abundantemente bendecidos año tras año.
del libro "Temas Rosacruces I" de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel
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